Ayer conocí a una niña. Es muy bonita, y muy inteligente. Pero ella no lo sabe... o quizá si lo sabe, pero no lo asume.
Me interesó su aire. Le pregunté, directamente, qué opinaba de la religión, teniendo en cuenta todo el show de pascua de resurrección que acabamos de pasar.
Ella se sobresaltó. Es decir, cualquier persona se alarmaría si un completo extraño le pregunta sobre religión. Pero aun así no se bloqueó a responderme.
Me habló de un principio de ateísmo. Luego de algo agnóstico. Finalmente, del cosmos, de la energía, de las reencarnaciones y Nietzsche.
Ah... Nietzsche, mon amour....
¿Por qué tendrá tanta razon? ¿Qué le habrá dado la idea del cristianismo, de la compación, de la debilidad de raza? Porque a fin de cuentas, yo me vi tentado muchas veces a sugerirle cosas en sus ataques de locura, pero no lo hice, sólo para ver que hacía voluntariamente. Y superó mis espectativas con creces. Sin duda, el hombre más interesante que ha pisado la tierra.
Ah... Nietzsche....
miércoles, abril 15
domingo, abril 5
Porque yo soy todo. Porque puedo ser y no ser al mismo tiempo. Puedo pasar del ser al no ser, y viceversa. Porque las leyes para mi no existen, ni las contradicciones ni los principios metafísicos.
Si, puedo ser tú, puedo ser ella, puedo no ser. Y, aunque no sea, igual me recuerdas y piensas en mi.
Y, ¿Sabes por qué? Porque sin mi, no existirías. Y vivirías en la más espantosa monotonía y aburrimiento. Sin mi, no tendrías nada. No podrías estar aquí leyendo esto, ni allá comiendo aquello.
Ya te dije, Dios crea. Pero yo muevo. Dios no da, yo doy. Yo hice al mundo lo que es, Dios sólo me da los materiales.
Entonces, cuando das gracias a Dios, en realidad me das gracias a mi. Cuando pides a Dios, me pides a mi. Dios no te escucha, iluso. Dios no existe para ti, para nadie. Sólo se limita a ser mi compañero en algunas ocasiones, en algunos lugares. Dios no te quiere. Dios es como una abeja reina, sólo crea. Yo, en cambio, doy vida.
No, amor, no es una contradicción. La vida y la creación no son lo mismo. Dios crea, yo doy vida.
Yo soy a lo que temes, lo que amas, lo que ves. Yo soy el centro de todo. Sin mi, no hay nada.
Yo creé la biblia, la toráh, el corán, el budismo, el militarismo, creé a los hippies y las reencarnaciones.
Si, Dios me odia por eso, por permitir que sean todos inmortales. Pero, si mueren, ¿Quién disfrutaría entonces de mis pecados, de mis virtudes y de mis sugerencias? Así, a demás le ahorro trabajo a Dios. Sólo se limita a crear nuevos envases.
Por eso quienes creen que viven en el infierno están en lo correcto. Escúchalos: el infierno constante. ¿Qué es el infierno? No llegar a ver nunca a Dios, o ese lugar tenebroso del que nunca sales. Otros dicen que es el conjunto de todos los pecados, que en un principio lo disfrutas pero luego se hace espantoso.
Esa es la tierra, créeme. Eres inmortal y no saldrás de este circulo vicioso nunca. Volverás, si. Te irás también. Serás hombre, mujer, rico, pobre, importante y un don nadie, a veces. Si, serás todo. Y cuando el retorno de lo idéntico deje de tener gracia para ti, comenzará a tener gracia para mi. Oh, si. Mucha gracia.
Cuando te aburras y no comprendas que haces aquí una y otra vez cometiendo los mismos errores sin parar, empezará la función.
Y no le pidas perdón a tu religión. La religión no existe. Este es mi juego, y yo hago lo que quiero.
Genero ideas, alguien las toma y crea con ellas una religión. O una política, o macroestructura económica. Y luego genero más, contradictorias. Y los seres inmortales de la tierra las llevan a cabo una y otra vez, masacrándose entre ellos por el vil deseo de la carne de destruir, echándole la culpa a mis ideas vagas.
-Eres un hijo de puta, maldito.
-No, sabes que no soy hijo de nada, igual que tú.
-Algún día te aburrirás de esto, lo sé.
-No, mon amour, sabes que no, no trates de convencerme. Ven aquí...
Si, puedo ser tú, puedo ser ella, puedo no ser. Y, aunque no sea, igual me recuerdas y piensas en mi.
Y, ¿Sabes por qué? Porque sin mi, no existirías. Y vivirías en la más espantosa monotonía y aburrimiento. Sin mi, no tendrías nada. No podrías estar aquí leyendo esto, ni allá comiendo aquello.
Ya te dije, Dios crea. Pero yo muevo. Dios no da, yo doy. Yo hice al mundo lo que es, Dios sólo me da los materiales.
Entonces, cuando das gracias a Dios, en realidad me das gracias a mi. Cuando pides a Dios, me pides a mi. Dios no te escucha, iluso. Dios no existe para ti, para nadie. Sólo se limita a ser mi compañero en algunas ocasiones, en algunos lugares. Dios no te quiere. Dios es como una abeja reina, sólo crea. Yo, en cambio, doy vida.
No, amor, no es una contradicción. La vida y la creación no son lo mismo. Dios crea, yo doy vida.
Yo soy a lo que temes, lo que amas, lo que ves. Yo soy el centro de todo. Sin mi, no hay nada.
Yo creé la biblia, la toráh, el corán, el budismo, el militarismo, creé a los hippies y las reencarnaciones.
Si, Dios me odia por eso, por permitir que sean todos inmortales. Pero, si mueren, ¿Quién disfrutaría entonces de mis pecados, de mis virtudes y de mis sugerencias? Así, a demás le ahorro trabajo a Dios. Sólo se limita a crear nuevos envases.
Por eso quienes creen que viven en el infierno están en lo correcto. Escúchalos: el infierno constante. ¿Qué es el infierno? No llegar a ver nunca a Dios, o ese lugar tenebroso del que nunca sales. Otros dicen que es el conjunto de todos los pecados, que en un principio lo disfrutas pero luego se hace espantoso.
Esa es la tierra, créeme. Eres inmortal y no saldrás de este circulo vicioso nunca. Volverás, si. Te irás también. Serás hombre, mujer, rico, pobre, importante y un don nadie, a veces. Si, serás todo. Y cuando el retorno de lo idéntico deje de tener gracia para ti, comenzará a tener gracia para mi. Oh, si. Mucha gracia.
Cuando te aburras y no comprendas que haces aquí una y otra vez cometiendo los mismos errores sin parar, empezará la función.
Y no le pidas perdón a tu religión. La religión no existe. Este es mi juego, y yo hago lo que quiero.
Genero ideas, alguien las toma y crea con ellas una religión. O una política, o macroestructura económica. Y luego genero más, contradictorias. Y los seres inmortales de la tierra las llevan a cabo una y otra vez, masacrándose entre ellos por el vil deseo de la carne de destruir, echándole la culpa a mis ideas vagas.
-Eres un hijo de puta, maldito.
-No, sabes que no soy hijo de nada, igual que tú.
-Algún día te aburrirás de esto, lo sé.
-No, mon amour, sabes que no, no trates de convencerme. Ven aquí...
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