Hoy en la madrugada me encontraba vagabundeando por una calle. Nada muy interesante, en realidad. Sólo caminaba, pensaba en la vida y en la muerte, en las crisis mundiales... lo típico.
Cuando llegué a la plaza que está cerca de mi nueva morada decidí sentarme un rato bajo un farol que había, y simplemente seguí divagando sobre la vida.
Al final, cuando el ruido de las polillas chocando contra la ampolleta incandescente me empezó a volver loco, y paulatinamente las luces de las casas se empezaron a prender, indicando el comienzo de un nuevo día rutinario de "lo mismo de todos los días", me puse de pie, me estiré y bostecé.
Había sido una agitada noche. Si, una noche de "aquellas".
En la tarde, ya pasadas las 7, decidí salir. Quería sentir esa sensación de "me voy a morir", sabiendo que no me voy a morir. Me puse a ojear una revista y finalmente me decidí por un jóven alto de nariz recta y ojos azules.
Y salí.
¿Qué sensación puede ser más deliciosa que aquella que sólo se puede conseguir en una disco? El calor, el sudor de la gente que se evapora y lo respiras, el constante roce con cuerpos tibios que no conoces, la insertidumbre, la sensualidad de la piel semi desnuda brillante bajo las luces, el humo de cigarro, el olor a alcohol, el ardor de la juventud en extasis que se manifiesta en todo su glorioso esplendor. La vida humana. La sangre que corre por sus venas y los rellena, los mantiene, los nutre.
Estuve mucho rato ahí, disfrutando todo aquello. Luego me fui con una muchacha ebria, rubia y puta. Comenzamos a besarnos fuera de su departamento. Pobresita, no sabía ni donde estaba parada. Abrí la puerta y continuamos por el pasillo. Ah, los placeres de la carne.
La dejé durmiendo en su cama. La resaca que la espera no será sutil.
Y ahí, cerca de las 5 a.m. comencé a vagar.
Entré a otra fiesta, unas cuadras más allá. Pero a las 7 decidí que ya había sido suficiente.
Y cuando me fuí de aquella plaza, caminé lentamente, prestando atención a todos los ruidos de la calle a esa hora, un día sábado. Pan que salta de la tostadora, agua que comienza a correr en una ducha, alguien tose, alguien ronca. Un auto parte, una puerta se cierra, una ventana se abre. Máquinas de café, máquinas de afeitar, noticiarios en la tele, en la radio, alguien que lee el diario.
Hace unos días que me vine a vivir con mi fiel amigo.
-¿A esta hora llegas? ¿Dónde andabas, maldito?- me pregunta cuando entro.
-Por ahí.
-Eres el ser más improductivo de la existencia, cariño.
-¡Mon dieu! Qué agradable eres.
Así es, vivo con Dios. Y la gente tiende a confundirnos, porque en realidad soy yo a quien ven. Él se limita a crear. Yo, encambio, hago que todo funcione. Él inventa la ética de cada sociedad, y yo invento a la sociedad. Y así. Él crea, yo destruyo. Y creanme, hace un café vienés espectacular. Y sus charlas a las cuatro de la mañana son interesantísimas.
sábado, marzo 28
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1 comentario:
Me gustó es interesante seguiré leyendo lo demas
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